Conocí hace
ya muchos años, a un cantautor reconocido y apreciado en todo el mundo. Estuvimos
horas hablando de esto y aquello, hasta que me confesó su gran frustración: no
soportaba tener que cantar una y otra vez esa canción que un día compuso pero
que consideró que era la más mediocre de todas y, aun así, la incluyó en su álbum
para redondear el número. Esa fue la que
lo catapultó a la fama. Y esa era la que tenía que incluir en todos y cada uno
de sus conciertos.
Con toda
la fama, dinero y poder que tenía, no podría jamás desprenderse de esa maldita y
mediocre canción.
Yo
escribí un relato, que en su día consideré bellísimo. Los pocos que lo leyeron,
lo aplaudieron virtualmente, pero quedó relegado entre montones de otras
letras.
Ahora,
he tenido la suerte de que sea precisamente ese relato, mi estandarte de
presentación. Así que me ha hecho recordar la historia del cantautor, y de la
que me he librado.